domingo, 1 de julio de 2018

LA FOSA COMÚN DEL MEDITERRÁNEO... Y EL PROFETA ISAÍAS


ASESINAR LEGALMENTE
Hay un lenguaje ajeno a convenciones y a prudencias políticas que todos pueden entender. Te podrán decir entonces que tus palabras son mentira, pero te entenderán. Te dirán que matices, que no exageres, pero te entenderán... Por supuesto quienes así hablan no mueren en los mares-muros de este mundo, ni ven morir a sus hijos, ni dejan cadáveres en los desiertos, ni sufren abusos de mafias, policías y soldados, ni se juegan la vida para huir de guerras y matanzas, de hambres y miserias, de la sensación y realidad de que "no hay futuro"...
Hay que situarse en un terreno que es anterior al de los vaivenes políticos, al doble lenguaje de las democracias o la franqueza de los protofascismos emergentes. Ese terreno es un lenguaje que ya usaban los Padres de la Iglesia al referirse a los modos y fundamentos de la sociedad vigente: habla de homicidio y robo. Estamos matando a nuestros hermanos, gente de pueblos a los que estamos robando. Matamos porque sabemos que cerrar la frontera a una persona, aunque sea un bebé, por razón de que es pobre, porque no puede acreditar que tiene pasta, es conducirle a intentar cruzar esa barrera por otros medios, medios de alta peligrosidad en los que mueren miles. Esto lo sabemos. Y lo hacemos. Y no sólo lo hacemos sino que ante lo imparable de un movimiento que ya es un proceso histórico, entorpecemos el auxilio, miramos a otro lado, encubrimos los eventuales crímenes directos que algunas fuerzas han realizado en el mar, provocando hundimientos, agrediendo a gente en el agua... El doble lenguaje disfraza el rechazo, se sazona con rescates publicitados, con mantas de la cruz roja y con subvenciones a ongs... pero las fronteras siguen cerradas y nadie querrá abrirlas. Las gentes seguirán muriendo en el Mediterráneo, en el Caribe, en los desiertos de África y América del Norte, en las grandes rutas que recorren Centroasia y Centroamérica dejando un reguero de cadáveres...

NI EXAMEN DE CONCIENCIA NI ARREPENTIMIENTO
La responsabilidad histórica de quienes en esta etapa ostentan el poder es una responsabilidad espiritual que, por ello, integra la responsabilidad política de gobernantes y súbditos. Es decir, hablamos entonces del mundo de las ultimidades, del vivir frente a Dios, de las opciones vitales que sitúan a una persona, a una sociedad, frente al bien y el mal. No de la oportunidad, ni de los beneficios o costes de una elección, o de los peligros de la misma, sino del bien y del mal.
Las migraciones tienen que ver con la pobreza impuesta y con la guerra. Ambas se relacionan. El gigantesco sistema de explotación de recursos en que se basa nuestro mundo parece inabordable: sobre todo, cuenta con la colaboración inestimable de los súbditos que se benefician materialmente o esperan beneficiarse materialmente de tal maquinaria desbocada... Efectivamente, en el mundo de la abundancia, pocos parecerían dispuestos a reconocer, por ejemplo, que la locura de las ofertas de aplicaciones sin fin en móviles (la mayoría memeces) y la obsolescencia programada significan un consumo desaforado para el que se precisa que varios millones de personas mueran en las guerras del coltán... En ese mundo de abundancias, casi nadie querría acabar con la locura de los envases, los tetrabriks, para organizar la obviedad del lavado y la reutilización... En este mundo casi nadie admitiría cambiar las dietas, hacerlas más sencillas a causa de una oferta vinculada con el medio en que se vive, con las temporadas... No. Un sistema condenado a la huida hacia adelante para no derrumbarse y que en su camino arrasa comunidades, pueblos, tierras; un sistema que precisa movimiento de personas según sus vertiginosos ascensos o descensos en sus variables económicas... tiene como consecuencia el no reconocer, nunca, el daño que se comete, y, como colofón de la autocomplacencia subsiguiente, el incrementar el daño por medio de decisiones personales que rizan el rizo... Así, un memo joven y triunfador al mando de un ordenador, hace una serie de operaciones especulativas movido por su codicia... y de repente, el precio de tal o cual producto sube o baja, y en una semana, en el culo del mundo, varios cientos de miles de pequeños cultivadores o de braceros se quedan sin tierras o sin trabajo.
Hoy, fuera de las paponadas de discurso de algún régimen con tendencias estatalistas que en sí frustra las legítimas ansias de revolución justa, no hay reconocimiento de que el mundo del poder (la unión europea, norteamérica, los emergentes asiáticos, el otro nuevo bloque de matriz rusa...) vive de un sistema neocolonial que constituye un robo de proporciones inauditas.... Las gentes aplastadas por los movimientos ya casi impersonales, automáticos, de este género de relaciones, huyen, sobreviven, buscan empezar en otro lado, sostienen a sus familias que quedan atrás.... No se reconoce culpa alguna en esto, en estos "mecanismos perversos" como los definía San Juan Pablo II. Es sólo el juego de la economía libre, dicen.
Hablamos entonces del mundo del espíritu: negarse a reconocer una culpa, un pecado que cuesta la vida a miles y miles y más miles,y que se ha instalado como paisaje de nuestro mundo desde hace décadas. Estamos matando.

LA LOCURA DE LA BONDAD
Es tal la urgencia de la gente que muere a diario a causa de estos mecanismos, que esto nos empuja precisamente y otra vez a una toma de decisiones que viene del mundo del espíritu. No se puede esperar a que un numeroso sector de los pueblos tome conciencia y, con suficiente influjo socio-político comience a cambiar las cosas: la gente, mientras, sigue muriendo en el intento de atravesar las murallas anti-pobres.
Tampoco se puede esperar que un gobierno concreto, a causa de una evidente urgencia moral, abra las fronteras:sus votantes asaltarían literalmente los edificios públicos... o el partido relevaría a su jefe argumentando enajenación mental...
Y sin embargo... Viene al caso contar una venerable historia bíblica que, al parecer, no creen la mayoría de los que, judíos y cristianos, dicen creer que la Biblia es Palabra de Dios. El rey Acab está asustado; tiene encima la amenaza destructiva de un imperio que va a atacar y no dispone de fuerza para rechazarlo. Los consejeros, técnicos sensatos de la lógica política, evidentemente cuentan los medios, calculan y proponen soluciones factibles: haga usted alianza con mengano y con zutano y así las cuentas cuadrarán, así, racional y lógicamente, se podrá hacer frente al problema... Pero he aquí que aparece un visionario, un loco, que le propone otras cuentas, y, sobre todo, que le dice que los consejeros no han contado con las variables fundamentales. El tal loco se llama Isaías y sitúa al gobernante en los parámetros reales de aquella época: si te alías con mengano y zutano, te alías con sus concepciones vitales, con sus dioses, y esto, en aquel contexto, significa que rompes la Alianza con Dios, quien te dice que hagas el bien siempre. Un bien que, en aquel contexto, significa guardar la Alianza. Y dejar en manos de Dios lo que haya de ocurrir por guardar la Alianza...
Hagamos transposición a nuestros propios retos: los consejeros nos dicen que el mundo es como es y tiene unos mecanismos de equilibrio que significan exclusivamente equilibrio para nosotros; fuera puede haber genocidios con tal de que los mecanismos financieros y económicos están engrasados; si los escrúpulos ante tanta sangre y tantos gritos sacuden la conciencia, los consejeros pueden admitir que ciertamente el mundo es injusto, pero que no se pueden cambiar las cosas de la noche a la mañana. Y ya está. Entonces, los consejeros advierten de las consecuencias de ciertas imprudencias: si se aflojan las fronteras o se abren, efecto llamada, problemas inter-raciales, gastos sociales disparados, castigo por parte de los gobiernos vecinos, boicot financiero... Por supuesto, los consejeros presentan esto de forma determinista, sin resquicios, sin maniobras posibles. Lo crucial es entonces el consejo que dirime todo: romper la alianza, dar culto a los dioses, para sobrevivir, esto es, legislar y realizar la inmoralidad absoluta de decirle a una persona que huye: tú no tienes pasta, luego no puedes pasar aquí; no importa que vayas con niños ni que huyas de la muerte: enséñame la pasta y te daré un visado, y la residencia. Si no, aquí está nuestra valla, nuestra policía, nuestros perros, nuestras armas... A lo mejor, sólo a lo mejor, luego te rescatamos en el mar. Sin exagerar, oiga. Pero por aquí no pasas. ¿O es que quieres que hagamos el bien porque lo dice Dios? Eso no es realista.

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